sábado, 12 de noviembre de 2011

Casa vieja






Casa que renueva sus tapias para dar cabida a las ideas. Casa que reconstruye sus cristales para proyectar en ellos vivencias de juglares. Colchones y esteras de paja que revitalizan los recuerdos de amantes furtivos y estimulan los deseos. Hiedra que se sumerge en el barro y se convierte en mortaja de dolores y silencios. Casa que caza a los nuevos amantes!!!

Quiero dormitar en la casucha y bañarme de sueños reprimidos. Recorrer los caminos del recuerdo y descubrir a esos furtivos amantes que a la luz de las velas gozaban el color de los amaneceres. 
Quiero meter mis manos en el barro cocido de las tapias, y descubrir en ellas la fuerza indomable que les dio el hálito de vida y las plantó en la tierra hasta la eternidad.

Acepto, me conformo, me quedo  con la piecita esa que oyó los gemidos de la noche. Con esa que espantaban los fantasmas y resentía el chirrido de la cama. Me quedo con esa pieza que derramó el vino del tonel de roble que añejaba cosecha 1880. Con esa de las sabanas traviesas que descubrieron el goce de sus amos. Esa es la mía, la pieza del techo con agujeros para mirar al firmamento y para ver los dioses jugando con las núbiles.
Ah, disfrutaré ese baño compartido en donde la esponja exprima sobre mí los  jugos de esa que se la gozó. Aspiraré su aroma y desfalleceré...


Los ojos de las tapias, del techo, del piso serán los agujeros por donde escapen los suspiros de mi alma, que recuerda con frenesí, que fue esa pieza maravillosa la que aceptó mi furtiva ilusión. Por esos agujeros, ventanas de mi alma, indagaré en la eternidad. Exploraré lo más recóndito hasta encontrar el objeto de mi búsqueda.

Allá, muy allá en el azul lejano está mi objeto preciado, Lo alcanzo a percibir desde el porche de mi casa vieja. Sentado en la mecedora que pertenecía al tatarabuelo, distingo en la lejanía esos ojos grandes con pestañas largas y minúsculas cejas. Parpadean y en su interior alcanzo a distinguir mi imagen que se trasfigura y disuelve en el pasado. Mis contornos se pierden y me inserto en ese cuerpo que me absorbe y se confunde con el mío.  Formamos un solo ser, una entidad sin identidad, pero llena de vivencias y recuerdos que nos extralimita por los límites de la casa de tapia y de tejas de barro. 

Saul Sanchez Toro
Medellin, Colombia
11-11-11

Trabajo destacado en la Fundación Literaria Argentina Internacional

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